Pero meses... meses. ¿Y a que no sabéis cuál fue mi sorpresa?
Doblo una esquina MUY abiertamente, para prevenir posibles atropellamientos de algún peatón descuidado.
Percibo a una mujer entradita en años, vamos, mayorcita mayorcita. Me echo a un lado, (casi me incrusto dentro de la pared, literalmente), bajo el pie, para que así vea que no tengo intención de seguir mientras ella pasea tranquilamente. Me mira con cara de espanto durante dos segundos y de golpe... PAM! Su cara cambia, asoma una bestia gritándome: Ete no es sitio pa que vayas en bicicleta! Ejque de verdá, esta juventú de hoyindía, de verdá de verdá... (o algo así), [ a todo esto mi cara es de: Señora, a mi qué me cuenta, que yo no puedo respetarla más, que me he bajado incluso de la bicicleta para que no piense que le voy a pisar un pie cuando se gire ] Y la amable mujer, en vez de seguir andando, hace ademán de seguir hablando, a lo que yo le contesto con una mueca de: Siga andando, mujer, y a mi déjeme en paz.
Muy amablemente y para que no se me olvide que por ahí no puedo circular, mi ya amiga hace mención a mi madre.
- ¿A caso montaba yo mi bici?
- ¿A caso le ofendí yo verbalmente?
- ¿A caso hice ademán de atropellarla, pisarle el pie, cogerle el bolso y salir corriendo?
- ¿A caso mi atuendo no combinaba con mi bicicleta? Oh sí, sí que lo hacía.
Así que no, no veo necesidad para que a parte de hacérmelo a mí, le falte el respeto a mi madre.
La próxima vez quizá sí lo haga. Quizá le pise un pie.
